El Pan de Cada Día

Semana de Pasión

Ciclo C


SEMANA DE PASION

Is. 50,4-7
Sal. 21,8-9.17-120.23-24
Flp. 2,6-11
Lc. 22,14-23,56


"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"



Domingo de Ramos

Tú conoces, Señor, lo volubles que somos los humanos. Y ¡qué poder
tienen las masas! Tras las aclamaciones de tu entrada en Jerusalén,
reconociéndote el Mesías, pronto se tornarían en una turba pidiendo
que te crucificaran.
Podemos vivir hoy una esquizofrenia espiritual. Te queremos aclamar,
pero nos recluyen en las sacristías. Nos da miedo ser excluidos,
marginados, o tachados de fundamentalistas por seguirte a ti, que eres
el amor, la justicia y la paz. Y sin embargo, con nuestro silencio, nos
hacemos cómplices de ellos, e inconscientemente te estamos llevando
hacia el Calvario.
Querido Jesús, tu coherencia me delata terriblemente mi tibieza, mi
crónica costumbre de lavarme las manos, mi poca honestidad, Y ante este
contraste tan abismal, no puedo sino pedirte una profunda conversión.
Si la coherencia me tiene que llevar a ser condenado, no temo, Señor,
sufrir la condena de los demás. Porque más que a los que matan el
cuerpo, temo a los que pueden robarme la experiencia de tu Vida y tu
Amor . No quiero renunciar a mi fe, a mi identidad y misión. Aunque
todo el mundo me condenara, Tú, mi Dios, no me condenas. Que tu
experiencia de perdón y fidelidad haga posible en mí no juzgar, no
rechazar ni condenar a nadie.
Mamá, María, quiero acompañarte en tu dolor en estos días, para que
a tu lado se ablande mi corazón. Te pedimos que intercedas a Dios por
nosotros, para que tengamos la fuerza de acompañar a Jesús hasta la
cruz.

Lunes Santo

No hay suplicio más humillante que la cruz. La muerte en cruz no estaba
permitida por los judíos, por ignominiosa. Sólo los peores entre los
peores eran castigados así por el Derecho Romano.
Señor, con la cruz a cuestas, pisas nuestra terrible enfermedad humana
de dependencia y excesiva adición a riquezas, honores, placeres y
búsqueda de vanaglorias. Muestras así la renuncia a las cosas que me
esclavizan, incluso a mí mismo .
¡Cuántas son las veces que rechazo la cruz! Me cuesta mucho la
humillación. Me faltan "razones" y fuerza para justificarme. Me
influye mucho la opinión de los demás y vivo mucho de las apariencias.
Me encanta que hablen bien de mí al precio que sea. Invierto lo mejor
de mis energías para lograr que de alguna manera me admiren, queriendo
ser el primero. Me fascina, ante los ojos de los demás, tener clase,
prestigio, porte, autoridad...
Pero fuera de la humildad no puede haber seguimiento. Bienaventurados
los hombres no drogados por el polvo del brillo. Bienaventurados los
discípulos que agarran su cruz y siguen al Maestro.
¿Quién no tiene cruces en la vida? Todos experimentamos esas cruces
ocultas en nuestro interior. El Señor nos invita a saber llevarlas sin
miedo. Aceptémoslas, sabiendo que su carga no se pierde si caminamos
con Jesús" .
Enséñame, Jesús, a cargar con la cruz. Tu humillación hasta la cruz
merece que también yo te ame y me entregue a ti hasta las mayores
pruebas de amor.

Martes Santo

En tu entrega hasta el extremo necesitaste colaboradores. Has querido
contar con personas para llevar a término tu obra redentora, y para que
colaborasen contigo a cargar con el peso del pecado de la Humanidad. No
puedes más: La agonía del huerto y la inhumana y cruel flagelación
atado a la columna, te dejan destrozado, agotado, al borde de tus
fuerzas. Para prevenir que no fallecieras en el camino y asegurar que
llegaras vivo a la cruz, los soldados fuerzan a un hombre a ayudarte
cargando con la cruz. No colabora por pura iniciativa, pero en la medida
en que camina tras de ti, ya no puede dejarte.
Esta experiencia es también la mía. Mi primera reacción fue también
la de poner resistencia a cualquier peso; pero según me acercaba a ti,
tú ibas conquistando mi corazón .
¿Cómo amarte, Jesús, sin ser sensible a tu necesidad de colaboradores
en tu Iglesia y en la Humanidad entera? ¿Cómo resistir a tu mirada,
que pide mi colaboración para extender tu Reino? Quiero colaborar a que
los hombres te conozcan, te amen, te sirvan, y acepten tu amor hasta el
extremo. ¿Quién puede hacerse el sordo, ciego y "pasota" ante el
peso de tus sufrimientos en tantos hermanos? Hazme que te pueda ser un
fiel colaborador pero no "forzado", sino atraído por ti, que das la
vida por todos nosotros, para llevar tu palabra y tu amor a mis
hermanos. Y así para poder aliviarte.

Miércoles Santo

Jesús cae varias veces bajo el peso de la cruz, pero su amor por
nosotros le da fuerzas para seguir.
Algo más difícil de afrontar que la caída, es la recaída. Cuando
tocamos suelo con tanta frecuencia es que estamos rayando con la
impotencia.
Es el dolor que sientes por el que te entregó, por Judas, tu
discípulo, al que llamaste "amigo", aún en el momento en que
vendía tu vida a cambio de dinero, precio de su traición. Era uno de
los doce, de los de tu confianza, de los que tú llamaste para que te
siguieran. El te había seguido y seguido de cerca. Había sido invitado
a orar en el huerto, ya conocía el lugar, le era familiar el orar
contigo alguna noche; pero en él entró la noche.
Sé que tu mayor dolor cuando te preguntan por tus heridas es decir:
"Las he recibido en casa de mis amigos" (Zac 13,6). ¡Cuántos
momentos parecidos tengo yo de mi relación contigo! No te es
indiferente la respuesta de los tuyos. Lo sé. Y sé que cada vez que,
como él, te vendo, te dejo y te ofendo, provoco en ti, mi Señor, una
nueva caída... Déjame preguntarte cómo, en vez de derrumbarte, puedo
colaborar a aligerar tu cruz, e incluso a levantarte.
El ver que te levantas por mí haga que me levante por puro amor a ti.
Ayúdame a superarme en cada recaída, con esa esperanza y ese temple
que se adquiere al calor del diálogo contigo. Tu palabra es la que me
da vida.
Quiero también reiniciar el seguimiento en cada una de mis recaídas,
olvidando lo dejado atrás y fijos los ojos en ti, mi Señor .

Jueves Santo

¿Por qué me afano tanto por la comida temporal y no tanto por la que
Cristo me da para la vida eterna? (Jn 6,27). En la Eucaristía, no sólo
se nos alimenta con la gracia, sino que recibimos la fuente de todas las
gracias: Cristo, presente en el pan y en el vino. ¿Qué más puedo
pedir?
El amor es creativo. Por eso, Jesús, viendo su partida inminente, y que
no quería dejarnos solos, tiene la feliz idea de quedarse con nosotros
en la Eucaristía, a través de los siglos.
Participar de la Eucaristía es hacer posible que el mismo Cristo
Resucitado transforme nuestra vida presente en Él mismo, superando
todos los condicionantes de esta vida presente. El es capaz de darle su
verdadero sentido y, a la vez, nos promete la resurrección futura .
Danos la gracia, Señor, de poder llegar a ser granos de trigo, que
triturados por la rueda del molino de la vida actual, nos convirtamos en
harina que tú transformes en hostias consagradas, para alimento de la
vida eterna de todos nuestros hermanos. Y así consigamos tu sueño de
crear comunión con todos los hombres y contigo . Este es el mejor signo
de credibilidad que podemos dar los cristianos al mundo de hoy.
Mamá, es una gracia recibir en la Eucaristía aquello que fue tan tuyo:
El cuerpo y la sangre del Hijo de tus entrañas, que son también tu
cuerpo y sangre.

Viernes Santo

Cristo en la cruz es dolor vivo para que yo viva. Ya no puede moverse
para que nosotros seamos libres. Su sangre no deja de correr para
purificar nuestros pecados. En medio de tantos gritos de maldición que
hoy se oyen, sobresale el de Jesús pidiendo comprensión y perdón por
todos nosotros.
Jesús tiene sed de nuestra libertad, de nuestra vida, de nuestra
dignidad. Y, sobre todo, tiene sed de nuestros pecados. En cierto modo,
Jesús experimenta en estos momentos, dentro de su conciencia, el drama
de ver su amor despreciado; pero también espera que los que le
confesamos como nuestro Dios, podamos rasgar el velo de la ignorancia de
muchos hermanos.
Tú mueres, Jesús, con los brazos abiertos, como abarcando y abrazando
a todos los hombres de todas las latitudes, de todos los tiempos. Que
nosotros no nos crucemos de brazos ante tantas injusticias y tanta
ignorancia, sino que como tú, abramos los brazos a todos los hombres.
Tú Mamá, al pie de la cruz, con firmeza y fortaleza sin igual,
acogiste la última voluntad de Jesús, la de que me adoptaras como tu
hijo. ¡Qué duro debe ser adoptar a un hijo que de un modo u otro ha
participado en la muerte a tu Hijo querido! Sin embargo volviste a decir
"sí". Este sí tuvo que ser un parto de gran dolor para ti. Te pido
perdón y es una gracia el poder aceptarte como mi Madre. Me pongo en
tus manos, como ese hijo recién nacido del Costado abierto de tu Hijo.

Sábado Santo

Que la oscuridad de la muerte no me impida ver lo que decía Jesús .
Ayúdanos, Señor a comprender que la muerte no es el horizonte de la
existencia humana, que la muerte no tiene la última palabra. Haz que
los cristianos experimentemos tu resurrección, para ser portavoces de
ella ante todos los demás.
Fueron unas mujeres las primeras en ser testigos de la Resurrección.
Por eso nos unimos a María, que Jesús nos dejó como nuestra Madre,
para que nos ayudara en el camino de la fe, y con ella experimentemos la
Resurrección.
Ella es la que alienta nuestra fe en medio de la oscuridad de la tumba.
Ella nos enseña a esperar contra toda esperanza, y a confiar en la
palabra de Dios, sabiendo que nada hay imposible para Él .
La razón es limitada, como limitadas son todas nuestras potencialidades
humanas. La fe es una gracia que nos impulsa a vivir la Resurrección y
llevarla a todos los demás, como la llevaron estas mujeres, porque no
podían callárselo . ¿Se nos nota a los cristianos, por lo que
hablamos, que verdaderamente estamos llenos de Dios? ¿Quién conduce
nuestras vidas?
Señor, sólo te pedimos una cosa: Auméntanos la fe. Ella nos llevará
a acercarnos a ti, seguirte, y dar contigo las mayores pruebas de amor.