El Pan de Cada Día

Semana del 29 de febrero al 6 de marzo

4ª CUARESMA

Jos 5,9-12
Sal 33,2-7
2 Co 5,17-21
Lc 15,1-3

"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme
hijo tuyo"



1º DIA

Lo más genuino de Dios es su amor misericordioso. ("Misericordia es
dar el corazón a los miserables", es aplicar el corazón a la miseria
para redimirla). La misericordia de Dios sobrepasa toda medida y todo
cálculo . Los pecadores son sus hijos, y el amor de padre está por
encima de cualquier concepto de justicia humana. Dios no puede
prescindir de ninguno de sus hijos. Si la medida del amor es amar sin
medida, ¿Cuál será la medida de la misericordia? La bondad de Dios no
está en proporción directa a nuestras buenas obras, sino en su
misericordia. Por eso él busca, espera y provoca la vuelta del pecador,
hasta que lo encuentra.
El desbordante gozo del encuentro del padre con el hijo perdido sacia
plenamente su corazón. Así sucede con el corazón de Dios. Dios no
renuncia a querernos, por grandes que sean nuestros pecados. No le
importa ni le interesa escuchar la lista de desastres que le han
sucedido al hijo, en su ausencia del hogar. Lo que le interesa es el
regreso. Más bien, se afana en hacerse sentir que no renuncia a que le
trate como padre. Y en que él recupere su dignidad de hijo.
Danos ese corazón paternal, Papá, que se compadezca y se estremezca
ante cualquier miseria humana. Quiero estar tan unido a ti, que mi
corazón palpite en sintonía con el tuyo, y pueda ver a mis hermanos
con tus mismos ojos misericordiosos.

2º DIA

Estamos ante la parábola que quizá más lágrimas hayan hecho derramar
a los hombres, a menos que se tenga un corazón de piedra.
La libertad con que trata el Padre al hijo es casi escandalosa, No opuso
resistencia, no tenía obligación de darle la herencia, tampoco trata
de retenerle, ni tan siquiera de disuadirle. Es cuestión de amor y el
amor no se puede obtener por coacción. El Dios del Evangelio sólo
apela a la conciencia. A Dios le importa más la libertad de sus hijos
aunque esto le duela muchísimo.
Nuestro Padre Dios, respetando nuestra libertad, nos deja partir de su
casa, sabiendo que vamos a sufrir por nuestro propio pecado. No será
él el que nos castigue, sino que en nuestro pecado va el castigo de
pasar hambre, llegando a lo más bajo de la degradación. (El cerdo era
animal impuro para el judío) Castigo que ya, desde el primer momento,
sufre nuestro Padre. Lo mismo que les pasa a muchos padres, que sufren
en sus vidas al observar los pasos que dan sus hijos. Pero no pueden
hacer nada, solamente sufrir y esperar su regreso, aguardando que un
día ese hijo se encuentre consigo mismo y con Dios.
Los hombres no somos marionetas en manos de Dios. Estamos hechos para
amar y, para ello, no puede haber la menor coacción e imposición. Por
eso, antes de hacer alianza con el pueblo de Israel, lo liberó de
Egipto. El método de Dios para atraer al hombre es la seducción .

3º DIA

El hijo perdido. La herencia son los talentos que Dios nos da para
compartirlos con los demás. Todos tenemos algún talento que hemos
heredado del Padre. De hecho, nada tenemos que no hayamos recibido.
Disponemos de ellos, y somos libres de multiplicarlos o de echarlos a
perder .
El mal uso de los talentos conduce inevitablemente a la pérdida del
amor, y a una dolorosa experiencia de escasez y de vacío, de hambre y
de profunda insatisfacción. Nos convierte en pordioseros, sin más
horizontes que el de "ir tirando" en un ambiente hostil.
Cuánto más te has alejado de Dios, más fuerte ha sido tu
insatisfacción, hasta el punto de caer en la desesperación total de
una vida sin sentido. Pero has sido alcanzado por la misericordia y has
deseado volver a él. ¡Es pura gracia de Dios añorar al Padre y sentir
nostalgia del hogar! La conversión tiene su punto de partida en ese
dolor que sentimos al estar lejos de Dios.
La experiencia del hijo pródigo es universal. Es la de todos nosotros
cuando tenemos la gracia de mirarnos a nosotros mismos y hacer balance
de nuestra vida. ¡Cuántas frustraciones cuando, persiguiendo riquezas,
honores y placeres, te encuentras con unas manos vacías, sin nada que
llevarte a la boca, ni siquiera las algarrobas de los cerdos. Todo ello
es el resultado de una vida basada en vivir sólo para mí mismo, sin
importarme nada los demás.

4º DIA

El hijo buscado. Dios es un mendigo de la mirada del pecador. Cuando
tú, como hijo perdido, todavía no ves al Padre, por la misma lejanía,
por tus ojos debilitados o ciegos o por tu anemia, el Padre ya te ve a
lo lejos. El ve si te sientas o te levantas, si caminas o estás
acostado. Él conoce bien todos tus pasos . El amor del Padre divisa,
a lo lejos, la figura de su hijo. Sólo el amor ve a tanta distancia. Y
sólo el amor siente compasión. El corazón del Padre intuye el cambio
de su hijo. No puede dejar de amarlo y está en anhelante espera de su
regreso.
Mientras el arrepentimiento va a paso lento, el perdón vuela. Mientras
el hijo camina lentamente, por su falta de vitalidad y por la debilidad
en que ha caído, el Padre bate el record de velocidad. Tiene vértigo
hacia el más miserable de sus hijos y el más necesitado y, por eso
corre a abrazarlo. Tú que sientes tanto vacío de amor, pon tus ojos en
la carrera del Padre, de la cual tú eres su meta, su premio, su razón
para vivir, su gozo. Déjate abrazar.
El abrazo de Dios quema, sana tus heridas, te devuelve el vigor, te hace
seguro en los brazos de la misericordia y te hace decir: "¿Quién
como tú que no te enojas?" (Mi 7,18).
El beso es un signo de perdón. ¡Recupera la confianza! Mira que el
Dios que no te abandona ni te abandonará, quiere hablarte al corazón
. ¡Déjate amar por el amor entrañable de Dios!

5º DIA

El hijo encontrado. Ante tanto amor del Padre, hasta el más pecador y
el más alejado de Dios, empieza a hablar. También tú habla con el
Padre. Lo que le vas a decir es importante, pero no tanto como el hecho
de hablarle. El Padre no dejará que acabes diciendo tonterías, como
"trátame como a uno de tus jornaleros". Al contrario, nos trata
como a un invitado de honor. Le es imposible renunciar a su paternidad.
El hijo, al pedir perdón, esperaría escuchar del Padre, alguna
fórmula de reproche, o una expresión que hubiera elaborado en su larga
ausencia, como lo hizo él. Pero el perdón del Padre no son palabras,
porque podrían lastimar al hijo por tiernas que fueran, o porque no
harían otra cosa que recordarle su pecado. El perdón de Dios es
redentor: la ofensa queda anulada, el pecado, absorbido por el infinito
amor del Padre, y el pecador resucita a una nueva vida. Ya no es
siquiera ex-pecador; sino que tiene los "derechos" de hijo de Dios y
heredero de su vida. Es un renacer a la vida. Con el vestido de fiesta
le da una alta distinción, con el anillo, le transmite plenos poderes,
y con el calzado, lo eleva a hombre libre. Hay un gran contraste entre
el hambre que padece fuera de casa, y el banquete de fiesta que se le
prepara.
Tú nos desbordas, Padre. Te pedimos perdón y nos dices: "¿Qué
perdón? Nunca te he cerrado mi corazón, y siempre has tenido la puerta
abierta. No te esperaba para perdonarte, sino para celebrar la
fiesta".

6º DIA

La falta de alegría del hermano. ¿Cómo preguntó por lo que pasaba en
la casa para tener esa fiesta? ¡Qué poco conocía el corazón del
Padre!, ya que sólo podría haber un motivo para hacer fiesta en esa
casa: El regreso de aquel hijo que un día le había dado la espalda.
Con la actitud del hijo mayor, el que no se ha ido de la casa paterna,
nos podemos identificar muchos de los que nos llamamos cristianos, y
miramos a los demás por encima del hombro. El se había acostumbrado a
vivir sin su hermano.
Tal vez tú también estás familiarizado a vivir sin él, sin éste
que, por ser tan distinto a ti, parece que no merece un lugar en la
familia. Tal vez no cuentes con su posible regreso, y mucho menos con
que se le reciba con fiesta. ¡Qué diferente es tener un corazón de
hermano a tenerlo de Padre!
El Padre tiene que volver a salir al encuentro del mayor, como lo hizo
con el menor. Pero mientras que la reacción del menor es de dejarse
amar, la del mayor es de insensibilidad y dureza de corazón. ¡Cuántas
veces los que nos creemos estar más cerca del Padre, estamos más
lejos. Y nos sentimos siervos en lugar de hijos cuando decimos: "Llevo
tanto tiempo que te sirvo, voy a misa, hago oración..."
Padre, ya conozco la experiencia del hijo mayor. Hazme gozar la del hijo
menor, la de recapacitar que no merezco llamarme hijo tuyo, pero que
tú me esperas para abrazarme.

7º DIA

El tercer hijo. En la parábola hay otro personaje, hay un tercer hijo
que no aparece en el relato. Es el que lo cuenta: Jesús.
El nos da la verdadera talla, medida, grandeza y gozo del amor fraterno.
El goza y experimenta el más profundo y fuerte amor del Padre, y ese
mismo amor quiere que lo experimenten todos los demás, nosotros, sus
hermanos. Y la medida de la talla es la de dar la vida por los
pecadores, haciendo suyo el pecado para darnos su misma vida .
Hazme ver, Padre, la parte de culpa que tengo en que muchos hermanos no
te conozcan y, por eso, no vuelven a ti. Mis juicios han sido como los
del hijo mayor. Muchos se sienten fuera de casa y no entran por la mala
cara que les ponemos los cristianos. Caras largas y de reproche, en
lugar de ponerlas de misericordia, acogida y alegría.
Pon la cara del Padre, sé misericordioso y alégrate con el hermano que
se convierte. Has gozado siempre del amor del Padre, no has padecido
hambre fuera de casa, y no te has hecho esclavo de nadie. ¿Qué pierdes
en que el otro sea amado? ¿Se te quita algo? ¿Sientes que es una
injusticia? El perdón está por encima de la justicia .
María, Madre de Misericordia, intercede por nosotros para darnos esa
actitud de perdón. Porque en el trato diario hay muchos roces con
nuestros seres queridos y cercanos, y muchos motivos para pedir perdón.