El Pan de Cada Día

Semana del 28 de marzo al 3 de abril

Ciclo C


2ª PASCUA.

Hch 5,12-16
Sal 117,1-21
Ap 1,9-13.17-19
Jn 20,19-31



"Dichosos los que crean sin haber visto"



1º DIA

La misericordia (aplicar el corazón a los miserables) de Dios es
infinita.
Tú eres de un valor infinito para Dios. No importa lo que tú te
valores, no importa que tú no des nada por tu vida, que parezca que no
tienes valor para los demás. Para Dios vales tanto que da la vida por
ti. Si no hubiera otro habitante en la tierra que tú, él se habría
encarnado y dado la vida por ti, para que tuvieras su vida.
Dios no puede prescindir de ninguno de sus hijos. Si la medida del amor
es amar sin medida, ¿cuál será la medida de la misericordia? La
bondad de Dios no está en proporción directa de nuestras buenas obras,
sino de su misericordia. Por eso él busca, espera y provoca la vuelta
del pecador hasta que lo encuentra, como al "hijo pródigo" , y lo
lleva al quirófano para hacerle un trasplante de corazón.
El Señor, desde la cruz, dona su corazón a aquél cuyo corazón es
incapaz de palpitar al ritmo de Dios.
Como el equipo médico en el quirófano, ante el paciente que se debate
entre la vida y la muerte, casi contienen el aliento y se concentran
ante la mesa de operaciones, así el cielo entero está a la expectativa
y en vilo, ante el pecador que se debate entre el arrepentimiento y la
muerte.
¡Qué estallido de alegría cuando las constantes vitales se recuperan
y vuelve a la vida! ¡Qué algarabía y qué gran fiesta hay en el
cielo por el pecador que se acoge a la misericordia infinita de Dios!

2º DIA

Tu, Señor, quieres que hagamos un acto de fe, como se lo pedías a
Tomás.
La experiencia del Resucitado no es una experiencia sensible, es una
experiencia de fe. Esto no significa que no sea real, sino que se tiene
que aceptar por la fe. La fe siempre es un acto de confianza en un Dios
que siempre cumple sus promesas, y que nos invita a tomar la opción de
abandonarnos en la Palabra de Aquel que nunca falla, y a no hacer de
nuestros razonamientos y sensaciones lo absoluto.
Esta confianza, no es una confianza teórica, sino que es obediencia a
Cristo. Es decir, hacer lo que Cristo nos dice . Esto compromete
nuestras vidas, porque es dejarle que se ponga en medio de nosotros,
como se puso en medio de sus discípulos. Es dejarle que nos lleve a un
estilo nuevo de vida, el de ser guiados por el Espíritu Santo hacia la
comunión dentro de nuestras relaciones con todos los hombres, empezando
por los más cercanos: familiares, laborales y sociales.
La resurrección no es la experiencia de unos días, o de una euforia
temporal, sino un cambio de vida. En la experiencia de los primeros
discípulos, lo definían como "vivir para el Señor", "ser para
él". Es negarse a sí mismo y seguirle con todas las consecuencias,
pero sabiendo que el Buen Pastor nos lleva a verdes praderas.

3º DIA

Normalmente tratamos de achacar nuestros males, problemas, tristezas,
miedos a causas externas. No hay tantos problemas como creemos; existen,
sí, personas problemáticas que de cualquier cosa arman una guerra,
cuando en realidad el único problema somos nosotros mismos. Lo único
que nos pasa es que estamos como los discípulos, con las puertas
cerradas, sin estar tú en medio de ellos. Estamos sin ti, Señor, nos
faltas tú que eres la respuesta que el Padre ha dado a todos nuestros
problemas.
Creer en ti es atreverme a buscar en ti, y no en otra persona, eso que
me es imprescindible, atreverme a confiar sólo en ti. Así podré
constatar que nadie que se confió a ti quedó defraudado. Sólo la
experiencia personal de que colmes con creces mis aspiraciones más
profundas, me hará que se me caigan de las manos todos esos otros
dioses que, aunque sé que no me dan lo que busco, no me son tan
fáciles de soltar. Siendo tú el alfa, omega y centro de mi vida, mi
corazón conocerá la paz
Los signos de su presencia en nosotros son la paz, la alegría y la
fuerza del Espíritu que nos impulsa a abrir las puertas de nuestro
corazón, donde nos encerramos por miedo a perder nuestra libertad,
nuestras ideas, nuestras formas de vivir. El Espíritu del Resucitado
nos lleva a dejar entrar en nuestro corazón a todos los hombres, para
gozar con ellos la paz y la alegría de la comunión y de la
fraternidad.

4º DIA

Muchas veces pedimos, como Tomás, tocar para creer. Queremos creer
porque te buscamos, pero sabemos que a ti te alegra más, y a nosotros
nos interesa más, que te sigamos porque nos confiemos en ti, más que
porque nos lo demuestres sensiblemente. ¡Qué triste es para los padres
el que un hijo les pida las pruebas de paternidad para ser escuchados!
¡Feliz el que se confía en la persona de Cristo y no necesita pruebas!
Es fácil creer cuando las cosas van bien, pero es en el sufrimiento
donde la fe es sometida a prueba. ¿Me es más fácil o más difícil
creer? Seguro que Tomás, cada vez que veía una llaga exclamaría:
"¡Señor mío y Dios mío!"
También nosotros te decimos "Dios mío" cuando vemos tantas llagas
en la Humanidad, tanto sufrimiento que nos causamos unos a otros. Nos
repele y no sabemos qué hacer. Queremos una prueba de que tú existes,
pero muchas veces no te oímos cuando nos invitas a que introduzcamos
nuestras manos en esas heridas. Tú te identificas con el que sufre, sus
llagas son tus llagas. Señor mío y Dios mío, dame ojos para
reconocerte, y corazón para acogerte como el buen samaritano, que no
preguntó por la identidad del que estaba tendido a la vera del camino
ni la historia de su vida.
Tocar tus heridas divinas es tocar a tantos que sufren y padecen. Curar
tus heridas es recibir la gracia de experimentar la paz y la alegría
que das, cuando nos dejamos llevar por ti.

5º DIA

Recibir el Espíritu (espíritu, significa viento, soplo, aliento) es
recibir, nada menos, que el aliento de Dios. Es recibir el aliento vital
divino. Es aquel aliento creador por el que el hombre fue creado . Ahora
el hombre sin Cristo está medio muerto, como aquellos discípulos a los
que faltaba el aliento vital. Y es necesario recrearle. Dios no puede
dejar morir al amor de sus entrañas, al que ha creado para la vida, y
nos hace la respiración "boca a boca". Nos da su misma vida para
salvarnos de la muerte.
Gracias, Señor, por estimar tanto mi vida, No te digo cómo te lo
pagaré porque esto no tiene precio; pero siento que tu Espíritu me
envía, como tú fuiste enviado por el Padre, a llamar a las puertas
cerradas de los corazones de muchas personas, que no se abren por miedo.
No saben que tú no vienes a pedir, sino a dar tu paz, tu alegría y tu
vida. Nos curas de nuestros miedos y traumas acumulados de toda una vida
sin ti.
Auméntanos la fe para que, confiados plenamente en ti, nos dejemos
modelar por tus suaves y amorosas manos de Alfarero, haciendo de
nosotros una vasija nueva . Por medio de la gracia de tu corazón
misericordioso, quita esos granos de arena y duras piedras que envueltas
en la arcilla, destrozan ese rostro que quieres sacar a tu imagen y
semejanza, y que las lágrimas de tu sufrimiento, en tantos hermanos,
reblandezcan el barro reseco de mi pobre vaso.

6º DIA

También el Señor se apareció a Juan cuando estaba en éxtasis.
También estaba en medio de las siete iglesias. Lo primero que nos dice
el Señor, poniendo su mano derecha sobre nuestros hombros como amigos,
es que no temamos.
Sólo puedo temer, Señor, cuando tú no estás en medio de mi vida, de
mis seres queridos, en medio de los ambientes donde vivo. Cuando tú no
estás en medio, todo es miedo y temor. Cuando tú no estás, tendemos a
asegurarlo todo, a cerrar todas las puertas con los más sofisticados
mecanismos, a no movernos y a enquistarnos en nuestros criterios.
Si tú, Señor, no vienes a mi lado, yo caminaré por la vida con miedo,
con inseguridad, con desconfianza. ¡Qué diferente es sentir tu mano
derecha sobre mí, como la sentía Juan! Poner la mano sobre el hombro
es signo de confianza, de amistad, de seguridad, de intimidad.
Cuando un niño cruza solo una calle de mucho tráfico, observémosle su
miedo, su temor e inseguridad. ¡Qué diferente cuando va cogido de la
mano de sus padres! Entonces va alegre y confiado, se siente seguro,
nada lo perturba. Así nos pasa a nosotros cuando andamos por la vida
sorteando peligro tras peligro. ¡Qué gozada cuando el Señor nos
acompaña en el peregrinar por la vida, nos pone la mano por encima del
hombro, y nos dice "¡No temas! ¡Ánimo!, yo he vencido a la muerte,
yo soy el que vive. Tú estás hecho para la vida porque estoy
contigo".

7º DIA

El signo más importante de la resurrección es la comunión. El
Espíritu Santo crea comunidad y la comunidad hace presente a Cristo. La
comunión dentro de la comunidad de los primeros cristianos era lo que
hacía crecer el número de los creyentes que se adherían al Señor. No
era una comunidad cualquiera, sino que era una comunidad donde el Señor
estaba en medio de ellos.
Muchas veces nos preguntamos por los métodos de apostolado, de cómo
llevar a Cristo a los demás. No es pidiendo milagros como Tomás, sino
como Jesús que, en su oración, pedía al Padre que fuéramos comunión
entre sí y con nuestro Dios Trinidad. Así el mundo creerá en Jesús .
Cada mañana siento el calor de tu palabra que me reconforta. Cada
mañana tú me indicas, Señor, que no vivo sólo, que no soy una isla
en el mundo. Si sigo tu mirada la veo posarse en muchos de mis
hermanos, a los que mi mirada pasa de largo. Tú, sin embargo, nos
quieres ver bajo el mismo rayo de tu mirada: unidos, como unidos están
cada uno de nuestros miembros .
¡Cuántas veces tengo la ocasión de crear comunión! ¡Cuántas
personas han pasado por mi vida! Cada una de ellas ha sido un "don"
de Dios para crear comunión. Mucha falta hace hoy, época en la que el
individualismo se impone como forma de vivir, y donde el egoísmo marca
la ética de muchas personas, el que los cristianos tengamos como fin la
comunión.